viernes, 10 de enero de 2014

Los Hoyos de las Tijeras

Muchos me van a criticar, algunos dirán que estoy loco, muchos más exigirán para mí una evaluación psiquiátrica o que me internen en un manicomio, pero esta historia que les cuento tiene la verdad absoluta de una experiencia tan real como la puesta del sol y la sopa caliente de mamá. Todo comienza con el suéter que visto en este momento. Me lo obsequiaron por accidente, o mejor dicho un accidente fue el pretexto por el cual lo obtuve, éste, mi suéter preferido.

Hace algunos años viajaba por Europa a la vieja escuela del mochilero, era uno de los Inviernos más fríos de los que se puede tener registro, los noticieros y los periódicos recomendaban no salir mucho y el mismo temporal ocasionaba que los aviones y los trenes fueran escasos. Yo me encontraba en una de las Provincias de Francia, había ido por su fama vitivinícola, aunque debo de confesar que aquellos vinos no tenían nada excepcional, salvo un ligero toque a queso ahumado. En fin, yo debía de ir a Madrid a encontrarme con algunos amigos y hallar un tren fue toda una aventura. Al termino de unas seis horas sentado en la estación pude conseguir un billete en el último tren a España que saldría en muchos días. Sin dudarlo y con urgencia me subí al tren rogando llegar a tiempo a Madrid.

El itinerario del ferrocarril incluía una vieja vía que atravesaba por la parte alta de los Pirineos, en realidad no le preste mucha importancia al hecho más allá de coger mi chaqueta gruesa para evitar la hipotermia. Después de unas horas sentado en compañía de un Senegales, un Belga y una pareja de Finlandeses decidí que mi mejor opción era dormir un poco para evitar el aburrimiento con un poco de sueño. Tomé mis audífonos y los cloqué en mis oídos, aún recuerdo que escuchaba "Generator" de los "Foo Fighters" cuando comenzaban a cerrarse los ojos y la confusión entre lo real y lo soñado es todavía indescifrable, sentí un fuerte golpe de frenos, algo violento y desmotivante ya que eso me quitaba tiempo para poder llegar puntual a mi destino. A los pocos segundos que freno el tren se escucho al interventor pasar por los pasillos explicando que la nieve bloqueaba las vías y que permaneceríamos algún tiempo ahí parados. Miré por la ventanilla para descubrir que ya estábamos en los Pirineos.

- Esto solo me puede suceder a mí.

Me dije, ya mis planes para estar con mis amigos se acababa de ir por la borda, y como la vieja escuela del mochilero lo indica no cargaba ni con un móvil para comunicarme con nadie, así que les daría plantón involuntario, ni modo, ya les explicaría al llegar a Madrid. Y todo por ir a probar un Vino con sabor a queso.

Me levanté de mi asiento, tomé mi mochila (regla básica cuando uno viaja solo, no dejar la mochila abandonada) y me dirigí al vagón restaurante a por lo menos beber una cerveza y comer algo mientras aguardábamos que el ferrocarril re-iniciara su camino. Lo malo de beber cerveza es que después de una siempre se quiere la segunda, pero, cuál era el problema? si estaría atorado en un tren que no se movía a mitad de la nada. Al terminar la segunda cerveza las consecuencias comenzaron a sentirse en la vejiga y encontrar un baño ahora era prioritario, fui al primero y estaba ocupa, el segundo apestaba peor que los pies de un gigante, el tercero: fuera de servicio, el cuarto también ocupado, en mi desesperición volteé y vi en el exterior unos pinos que seguramente cubrirían mi fechoría. Sin pensarlo y apremiado por la necesidad fisiológica, abrí la primera puerta que pude, corrí a aquellos árboles y liberé mi urgencia, debo de confesar que hasta me di el lujo de escribir mi nombre en la nieve, vamos a ser sinceros, si tuvieran la oportunidad, ustedes no lo harían?.

Me encontraba, en mi negocio cuando el sonido de los motores y del metal friccionado de las vías me hizo apresurarme, quise correr de regreso al tren, pero al llegar solo pude verlo alejarse, por desesperado ahora me había quedado en quién sabe dónde, mi mala fortuna y mi nivel de atarantamiento ya no daban para más, la regué hasta lo más profundo de la estupidez, quedarme varado en los Pirineos, con el frío más crudo en años y sin un medio de comunicación no todos los días. No podía dejar de maldecirme y de hacerme cruces, cómo es que despejaron las vías tan rápido? Maldita fortuna...

Mi única opción era caminar por las vías con la helada a cuestas y la nevada sobre los hombros para ver si la suerte se portaba amable conmigo y lograba llegar a alguna otra estación de trenes o a algún poblado. Me abrigué lo mejor que pude, recalibré el volumen de los audífonos, me monté bien el back pack y eché a andar por la nieve y las vías. Traté de concentrarme en la música que escuchaba para no desquiciarme con la problemática, con la caminata y con la nieve que no paraba de caer. Al cabo de un rato me dejé ir por las melodías y como a todos los que se concentran de más en la música, cuando me dí cuenta bajo mis pies ya no existía ninguna vía, quise rascar la nieve para ver si de casualidad la nevada la había enterrado pero no estaban, volteé a querer seguir mis pisadas de regreso pero ya la nieve las había borrado. Si estaba mal, ahora estaba peor, perdido por completo y sin la más mínima idea de supervivencia, vamos ni un cuchillo de plástico o un encendedor para hacer fuego, si me pillaba la noche estaba perdido, decidí seguir caminando por donde creí conveniente para ver si lograba llegar a alguna parte antes de que oscureciera. Marché por largas horas, en algún momento dejó de nevar pero el sol ya comenzaba a ocultarse el sol y mi angustia y mi miedo eran mayores, de pronto levanté la cabeza y vi a lo lejos un valle en donde se erigía un pueblecillo iluminado por lo que parecía ser luz de velas. Por fin un poco de buena fortuna entre tanta mala pasada.

Aceleré mis pasos en dirección a aquel pueblecillo, Gracias Dios por ser tan amable conmigo, ese era mi boleto para salvarme, pensé en rogar ayuda y en suplicar por una buena taza de té caliente. Iba practicando mi precario francés para darme a entender lo mejor posible, por algún momento hasta llegué a pensar en si las jóvenes de ese pueblo serían guapas... Vamos los pensamientos son muchos cuando uno anda en silencio.

Transcurrieron algunos minutos y Yo llegué al pueblito con una alegría difícil de explicar, me acababa de salvar o por lo menos eso creía. Volteé a un lado, miré al otro y no había nadie afuera de las casas que eran muy similares a los hórreos asturianos, busqué algún señalamiento, algo, pero parecía que todo mundo se ocultaba, me dio por tocar en la primera puerta que encontré, nadie abrió pese a que se veía luz adentro, fui a la segunda puerta, a la tercera, a la cuarta, a la quinta, a todas las que pude... Luego de tocar en casi todas las puertas del pueblo unas sombras a lo lejos se acercaron a mí, no eran sombras comunes, algo extraño sucedía con esas sombras, pero mi necesidad de ayuda era tal que no les preste atención, por lo cual mi razón me llevó a gritar:

- Aide si'l vou plait, Help me please, Ayuda por favor!!!

Es un viejo complejo de viajero, hablar primero otro idioma en lugar que intentar como primera opción, con su idioma natal. Ya era de noche y las sombras se acercaron más a mí, en cuanto se plantaron más cerca pude darme cuenta que no eran sombras humanas, o por lo menos no eran sombras de lo que nosotros entendemos por humano. Eran Bicéfalos, seres con dos caras, no podía creerlo, debía de estar alucinando, de seguro era algún síndrome de montaña lo que tenía, no era verdad lo que mis ojos me mostraban, no podía ser, trataba de comprender mi visión cuando ya no supe más, me desmayé...

Cuando reaccioné me encontraba sobre una cama de eno de pino y el sol se encontraba a medio día. Qué me había pasado? esa era la pregunta, me levanté y me di cuenta que solo vestía mis jeans y una camiseta, no encontraba mi mochila ni mis cosas, así que sin importarme el clima salí de donde me encontraba para investigar los hechos. Lo primero que vi al salir fue que en efecto me encontraba en un pueblo de Hórreos, con una callejuela principal cubierta de nieve, el clima no era frío, pero tampoco era caliente, era muy agradable, el viento soplaba con calma y acariciaba la piel cálidamente, se escuchaban voces y murmullos. Hice una segunda inspección más cercana y entonces descubrí que no había sido una visión, la gente en ese pueblo eran bicéfalos, y lo curioso es que no solo tenían dos cabeza, todo lo tenían en pares, dos bocas en cada cabeza, dos narices, dos manos y en cada mano solo dos dedos, todo era en pares. Sentí que volvía a desmayarme, que eso era demasiado, esos eran fenómenos, pero mi razón, después, me llevó a comprender que el fenómeno ahí era Yo.

Estaba a nada de volver a desmoronarme cuando algo toco mi hombro, pegué un salto y viré con gran sobresalto, vi una hembra Bicéfala, quería morirme, pero sus rostros eran amables, gentiles, suaves, sin rasgos de maldad o de malas intenciones. Sus miradas eran un entretejido de nobleza y de bondad; de caridad y de confianza. Al mirarla bien se me fue el espanto, Ella me extendió uno de sus brazos y me dio mi chaqueta, sin saber que decir, solo incliné mi cabeza en agradecimiento y cogí mi chamarra.

Algo me dijo, pero no pude entenderla, su idioma era distinto, su voz era armónica y era sinfónica producto de sus dos diafragmas. Creo que al mirar mi cara de interrogante entendió que no la comprendía, así que con sus manos me indicó que ingresara de nueva cuenta a la casa. Calmado ingresé y en el interior vi a una familia entera de Bicéfalos, todos con esa bondad dibujada en su ser, Ella me pidió que me sentara en una de las sillas alrededor de una mesa y a un lado se sentó "Bitziza", el jefe de la familia y el gobernador del pueblo. Quiso darse a entender conmigo, por lo cual tuvimos que recurrir a las señas y a los dibujos en una libreta que traía en el bolsillo de mi chaqueta. Él me explicó que desde siempre habían vivido ahí, que no era común que tuvieran visitantes y que el último visitante que tuvieron fue hace muchos, pero muchos siglos atrás, me ofreció refugio y me invitó a quedarme con Ellos cuanto tiempo fuera necesario.

En ese momento no debí de abusar de la hospitalidad y debí marcharme cuanto antes, pero venga, quién se puede perder la oportunidad de conocer algo nuevo? y más si se trata de un pueblo de Bicéfalos (Por cierto, Ellos se hacían llamar "Bertzonus"). Así que acepte su invitación y decidí quedarme algún tiempo con Ellos, la única condición que me pusieron es que debería de trabajar junto con Ellos en sus actividades diarias.

Me alojé con ellos y comencé a aprender sus costumbres y sus costumbre, su cultura y sus tradiciones, en general los "Bertzonus" son gente amable de campo, viven de la agricultura y se alimentan de un fruto que brota de los pinos cercanos a su aldea llamado "Zarloi". Les crece el cabello demasiado, por lo cual deben de cortárselo hasta cinco veces al día, pero usan ese cabello para hacer un hilo y unas telas con las que visten. Por la noche se guardan y por el día trabajan, tienen literatura y entienden de matemáticas, su fe es politeísta con una corte de Dioses rigiendo a las deidades. Son grandes filósofos y excelentes astrónomos, su principal preocupación es el prójimo y su familia es el tesoro más sagrado de todos. Su lenguaje se basa en ideogramas y es algo complejo de pronunciar sin sus dos diafragmas, de hecho, algo alcancé a aprender mientras estuve con ellos, por ejemplo: Buenos Días, se dice: "Ena Zoigean".

Me gustaría decirles que sólo me quedé unos cuantos días con los "Bertzonus" pero la verdad me quedé más tiempo del que me agradaría admitir. Ya había forjado casi una vida con Ellos y la familia de "Bitziza" me adoptó como un miembro más, pese a que yo solo tenía una cabeza y cinco dedos en las manos. Con el tiempo descubrí que en aquel valle nunca cambiaba el clima, nunca se alteraba nada y me pregunté: quién los había visitado antes que Yo?

Y entonces le pregunte a "Amekamue", la hija mayor de "Bitziza". Ella sonrió y me platicó que hace muchos siglos un hombre que por su descripción pude ubicar como un Soldado Romano, llegó extraviado como Yo, entonces Ellos le dieron hospedaje y al igual que Yo, se quedó con ellos un largo periodo; en aquellos tiempos los "Bertzonus" no cortaban su cabellera por qué con ella cubrían su desnudez, entonces aquel Soldado Romano, los enseño a vestir y también a cortar su cabello, luego los enseñó a hilar ese cabello y así hacer sus telas para cubrirse. En un principio se cortaban el cabello con la espada del soldado, después de un tiempo, entre todos resolvieron que seria más sencillo que juntaran las dos espadas del soldado para hacer una sola herramienta de corte, dando con la prueba y el error con unas primeras tijeras. Después de mucho lidiar era pesado usar las dos manos para utilizar esas tijeras que tenían por asa las empuñaduras de las espadas. Así fue como al Soldado se le ocurrió hacer dos mangos distintos para un nuevo modelo de tijeras, en uno puso un orificio, mientras de en el otro colocó cuatro orificios. De esta manera solo tendrían que ocupar una mano para usar las tijeras, pero una equivocación de calculo no le permitió al Soldado darse cuenta que los "Bertzonus" solo tienen dos dedos por mano, por lo que sobraban tres hoyos en las tijeras, por lo cual, los "Bertzonus" modificaron la creación del Soldado y solo dejaron un hoyo en cada mango de las tijeras. Cuando llego el momento de partir el Soldado Romano les pidió de favor que lo dejaran llevarse unas tijeras. Este es el motivo por el cual las tijeras solo tienen dos hoyos en lugar de cinco.

Esa tarde, "Amekamue" me dejo quieto mientras Ella me contaba la historia, y entonces comprendí que al igual que el Soldado Romano, mi momento de partir había llegado. Al otro día hable con "Bitziza" para que me ayudara a regresar a mi destino. Mi familia y mis amigos estarían preocupados después de mi larga ausencia, esa noche me despedí de todos con una fiesta en donde, por primera y última vez los escuché cantar. Preparé mis cosas y me tomé algunas fotos con Ellos. Al terminar la cena "Amekamue" me dio este suéter que traigo, tejido con el hilo de su cabello. Antes de irme a dormir, para poder partir a primera hora de la mañana, "Bitziza" me dio un licor, el cual, me tiro en el momento a dormir.

No recuerdo nada, lo siguiente después de ese licor son las risas de mis amigos en la Estación de Chamartín, estaban a carcajada abierta mientras Yo despertaba en una silla de plástica, en medio del barullo y la prisas de la Capital Española. No me lo podía explicar y por algún momento pensé que solo fue un sueño, pero al abrir mi backpack encontré el suéter, este suéter de tela suave, cálido en el invierno y fresco en el verano: este suéter que es aterciopelado y es sedoso; este suéter que encontré en mi mochila y del que no existe otro en el mundo. Quise platicar les a mis amigos, convencerlos, pero solo se mofaron de mí, recordé las fotos que tomé y me tiré de cabeza en la mochila a buscar la cámara fotográfica, pero no estaba en ningún lado, la extravié. Nadie me ha querido creer nunca, pero si algún día usan unas tijeras recuerden a los "Bertzonus" (a los Bicéfalos de los Pirineos) y el por qué las tijeras solo tienen dos hoyos.

Escrito Por:
Arturo Lizárraga Osorio

sábado, 4 de enero de 2014

Por qué a los Gigantes les Apestan los Pies

Esta historia ocurre antes del tiempo presente, incluso antes del tiempo pasado, cuando la tierra no era del hombre sino un planeta de imaginación, en aquel entonces existían reinos efímeros y criaturas magníficas, las plantas cantaban en el amanecer y la magia era un hecho irrefutable. En aquel entonces en medio de los continentes existía la tierra de los Gigantes, grandes seres involutivos e involucionados, su vida era simple, en una isla cargada de magnífica armonía. Lo tenían todo, ríos de cerveza y prados de frutas, volcanes llenos de miel y arboles de panes. Su lugar era colorido con los tonos de una primavera interminable, se canjeaba la vista de un lado a otro con el color del césped y la maravilla de la flora. Todas las noches se desprendía un aroma a calmada convivencia y se amanecía con la fragancia de nuevas oportunidades. Así era la tierra de los Gigantes, un páramo de paz sin errores posibles.

Entre las criaturas que habitaban con los Gigantes se encontraban unos pequeños roedores conocidos como los "Ritolingeos" eran unos diminutos ratoncillos con un rabito plano y redondo como raqueta, su pelaje era verde y sus tres cuernos alineados en la frente los hacia adorables. Estos pequeños roedores eran animales nocturnos, al ocultarse el Sol ellos salían, y comenzaban a producir un canto que solo es comparable a una marea de violines y de flautas. Como un viento suave sobre el campo, su canto se extendía por toda la tierra de los Gigantes y entonces los Gigantes sin persibirlo se acurrucaban en la factibilidad de este sonido y se quedaban dormidos. Una vez que estaban dormidos los Gigantes, los "Ritolingeos" se acercaban a ellos para alimentarse de una masilla que los Gigantes secretaban entre los dedos de sus pies, era dura como queso panela y tenía el contenido estable para que los "Ritolingeos" pudieran comer. Ellos la tomaban impasiblemente de los pies de los Gigantes y se la llevaban a sus arboles para poder comerla.

Nunca un Gigante había visto a uno de estos animalitos, de hecho no sabían de su existencia, los "Ritolingeos" eran cuidadosos de no despertar a los Gigantes y mientras ellos cantaran nunca los Gigantes se despertarían. Un día, un Gigante de nombre Barnog se quedó dormido sin poder merendar y su hambre fue tan grande que a mitad de la noche se despertó, entonces vio a un "Ritolingeo" tomando los quesillos de sus pies, el "Ritolingeo" quiso cantar más fuerte para que Barnog se quedara dormido, pero el hambre de Barnog era tan grande que no lo pudo lograr. Entonces Barnog tomo al "Ritolingeo" y sin reparo le encajo una mordida (más movido por su hambre de gigante que por su poca razón). Barnog descubrió en ese momento que el "Ritolingeo" tenía un sabor apetitoso como filete bien cocido y papa al horno, devoró al "Ritolingeo" sin contemplación, todavía no terminaba de degustarlo cuando vio que había otros "Ritolingeos" y Barnog quiso comerlos en ese momento, pero los "Ritolingeos" apresuraron su huida y pudieron mantenerse a salvo.

Durante un largo tiempo Barnog no volvió a ver a otro "Ritolingeo", sin embargo, vivía atormentado por el sabor de ese bocado nocturno, pensó durante mucho tiempo si aquello fue un sueño, pero su paladar lo convencía de lo contrario. Todas las noches se esforzaba por no quedarse dormido para descubrir si podía ver otro "Ritolingeo". Un día en su perseverancia, Barnog noto que suaves melodías llegaban a él antes de sucumbir ante el sueño, así que volvió a pensar en cómo no escucharlas y, si no las escuchaba, se quedariia sin dormir? esa era la pregunta que se hacía. Para probar su teoría, Barnog, tomo una rocas y se las colocó en los oídos antes de que el Sol se escondiera. Entonces no le dio sueño, no se quedó dormido y vi a los "Ritolingeos" de nuevo.

- No fue un sueño.

Se dijo Barnog a si mismo, estaba feliz de ver de nueva cuenta a estos roedores, pero sobre todo de paladearlos de nuevo. Barnog cual fiero cazador tomo cuantos "Ritolingeos" pudo y los puso en una caja de la cual no pudieran escapar. Al otro día se los mostró a sus amigos Gigantes y estos quedaron admirados, les contó que estas criaturillas salían en la noche y que arrancaban pedazos de sus pies, pero sobre todo les platicó de lo exquisito que sabían. Los demás Gigantes lo miraban con atención, con curiosidad y con un apetito abierto por probar el sabor de los "Ritolingeos". En cuanto dieron su primer mordida, quedaron extasiados por el sabor de los roedores, sus sentidos se maravillaron y la gula les gobernó las ideas.

- Queremos más.

Se repetían los Gigantes, y Barnog les platicó de su idea de las rocas en los oídos y del canto que los hacía quedarse dormidos. Esa misma noche los Gigantes se pusieron rocas en los oídos para no dormir y poder cazar cuanto "Ritolingeo" se les cruzara en el camino. Esa fue una noche larga pero productiva para los Gigantes, todos pudieron dar testimonio de que, lo que Barnog les dijo, era cierto. Todos felicitaron a Barnog por su descubrimiento y él se convirtió en el Gigante más popular de todos.

A partir de ahí, noche tras noche, los Gigantes, acostumbrados a tomar lo que querían de su entorno, se turnaban para cazar "Ritolingeos". Llego a ser uno de sus platillos favoritos y crearon nuevas formas de comerlos, salsas y condimentos para acompañarlos, recetas cada vez más elaboradas para prepararlos.

Pero una noche ninguno de los Gigantes pudo dormir, el canto que existía se había ido, y los Gigantes acostumbrados al sonido de los "Ritolingeos" no podían conciliar el sueño, toda la noche se la pasaron en vela buscando y quejandose, al otro día también les molestaban los pies, pues sus secreciones seguían ahí, nadie las había removido. Los "Ritolingeos" se fueron, se cansaron de ser comidos y se fueron, los Gigantes los buscaron, ya no para comerlos, sino para que regresaran a hacer la función que siempre hacían, para que regresaran a cantar y a arrullarlos, a comer de sus pies esos trozos duros como queso panela. Intentaron todo, beber leche tibia o poner una hoja de lechuga debajo de la almohada, mandaron llamar a Magos de otras tierras, pero sin el canto de los "Ritolingeos" ya no podían dormir más. Enviaron legiones de Gigantes a otras tierras para ver si podían encontrar más "Ritolingeos" pero no los volvieron a encontrar.

De esta forma, es como los Gigantes no duerme y por no dormir siempre están de mal humor, y el mal humor los hace caminar más, y caminar más los hace secretar más de los pies, y sin nadie que les quite la secreciones de los pies, entonces los pies les apestan a queso mal pasado y suero agrio. Esta es la historia de por qué a los Gigantes les apestan los pies.

Escrito por:
Arturo Lizárraga Osorio

viernes, 15 de marzo de 2013

Lluvias Recientes

Bebo el silencio
en copas de lluvia, 
en besos ajenos, 
en minutos extraviados.

Bebo la vida
en recuerdos, 
en calles grises 
y en tierra carente.

Cambio el semblante 
de tu ausencia presente 
y de tu presencia reciente.

Bebo el amor 
en pasado impermeable, 
en fuga de sol 
y en piano solemne.

Bebo el reloj, 
apresurado, 
contagioso, 
malhumorado. 
Gotas de nostalgia; 
llanto de cables, 
de campos apagados, 
de trenes intermitentes.

Cambio el deseo 
por memorias frescas 
de tu estancia en el afecto 
y tengo un dibujo indeleble 
de lluvias recientes.

Bebo el silencio 
en tazas vacías, 
en compañías insuficientes, 
y en lluvias recientes.

Escrito por:
Arturo Lizárraga Osorio

martes, 26 de febrero de 2013

Afecto Perdido

Amigos de encuentro,
de casualidad
y de besos prófugos.

Nos robamos nuestros motes,
nos amamos sin tener que hacerlo.

Amigos de ayer
desconocidos del hoy,
y lo fácil de hacer sonrisas,
de bromas simples
de comprensión esporádica.

Amigos de ayer
amantes que no se han amado.

Amigos perdidos
extraviados en labios
y en brazos,
en tardes
y en noches escondidos.

Nos robamos nuestros motes,
nos amamos sin tener que hacerlo.

Amigos del pasado
sin cambio de página,
sin mutuo intercambio,
Amigos de afecto perdido.

Amiga Tú,
Amigo Yo,
tus labios,
mis brazos,
y el afecto perdido.

Escrito por:
Arturo Lizárraga Osorio

jueves, 20 de septiembre de 2012

Oraciones

Oraciones hacia el norte,
sin remitente,
con dirección definida.

Oraciones en silencio,
llanto seco,
canto de cocinas.

Se enjuaga
la inmensidad en la despedida,
en el desconsuelo,
en el remordimiento,
surges al término,
noticia no prevista.

Se permea la rabia,
se endurece la garganta,
tristeza lejana,
ojos que no te ven
y un corazón
         que te siente a la distancia.

Oraciones de impotencia,
lloro sin llorarte,
recuerdos humedecidos
y raíces perdidas.

Oraciones para ti,
no puedo dejarte,
no puedes dejarme,
arden las letras,
arden los ojos,
arde la noche,
no puedes dejarme
        alma querida.

Escrito por:
Arturo Lizárraga Osorio

lunes, 28 de mayo de 2012

Sales de mí

Sales de mí
y te recuestas en el rencor lejano,
en las palabras que no hemos dicho,
en la intranquilidad del desencanto.

Somos prójimos ajenos,
simulando simulacros.

Te sales en la lluvia,
en la indiferencia,
en el sarcasmo,
en las heridas,
sin textos para pretextarnos,
nos llenamos de maltratos
y ambos sufrimos
y ambos
          nos alejamos.

Sales de la pauta
y de la falta de diálogo,
te sales en azul descarriado,
no hablas,
no hablamos,
circunstancias mutuas,
procuramos hacernos daño.

Sales de mí,
me ahogo,
me desespero,
no te alcanzo.

Sales,
regresas,
te miro,
nos ignoramos.

Sales de mí
y Yo
          no te alcanzo.

Escrito por:
Arturo Lizárraga Osorio

miércoles, 4 de abril de 2012

Evangelio Guíglico

Sin derecho  regresas
pontificileando tu venepolicenzia,
dadora de perdón
y de anséticas melíntedes.

Promulgas entrepelusias ponténticas,
mientras me cuestiono tus embélicas metulaciones.
Yo te yantumbalé con excélmida incombelencía,
 pero enfruntalida tamboleciste los empropios.

Cuando te sontulencié,
cuando sobremapalé tu despantado,
regresas;
sin derecho regresas,
incomprendiendo que te embolnamecié
desde la hórticia occipital del antífolo,
hasta la unmélica profulación de mis expresiones.

Sin derecho regresas
y Yo
 no he parancilado de ombilarte.

Escrito por:
Arturo Lizárraga Osorio